Hasta
Navidad ni hambre ni frío y después todo seguido;
dice un viejo refrán castellano que en tiempos, igual se aplicaba a las aves
del cielo que a los hijos de Dios. Estos últimos, gracias al Padre celestial,
no hicieron caso de San Mateo y por eso nos permitimos hoy cenar en Nochebuena
mejor que el mismísimo rey Salomón y nos vestimos como los lirios del
campo la última noche del año a precio de risa.
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Tradicionalmente
se empleaban varias formas de conservación de los alimentos y actualmente se
siguen utilizando la salazón, el encurtido, el marrasquino, la deshidratación y
otros, más con el fin de ofrecer variedad, que de mantener la comida,
pues las formas de preservación son muy avanzadas y están al alcance de
casi cualquiera fruta y pescado frescos del hemisferio opuesto.
Los
más jóvenes ignoran que, además de con la conservación, mediante el
trueque se lograba aportar más cantidad de productos frescos a nuestras
mesas, no hace mucho tiempo.
Era
frecuente en los pueblos el sacrificio casero de animales para el sustento de
las familias. Especialmente celebrada era la matanza del cerdo en los meses de
invierno, pues el frío facilitaba las labores de conservación de la abundancia
de carne que traía el animal.
Yo
conocí lo que se llamaba el reparto de la ración, mediante el
cual, la familia que celebraba la matanza repartía entre los allegados una
porción de las partes más perecederas del animal, de morcillas y un poco de
carne magra para el consumo inmediato. De esta forma, turnándose unos con
otros, se disponía durante más tiempo de carne fresca.
Los
niños, como heraldos de aprecio y consideración, éramos los diligentes
portadores del hatillo.
-¿Sabéis,
mis queridos principiantes, que no hace mucho tiempo no existían las bolsas de
plástico ni los tuppers? –
Y no
era un trabajo despreciado pues, como recompensa por la carrera, a veces, se
recibían unas monedas que eran muy apreciadas y sabiamente puestas en
circulación de inmediato.
Eran
especialmente bien recibidos y gratificados los recaderos por quienes, por sus
circunstancias, ya no estaban en condiciones de corresponder. Y no creáis que
era por el anhelo de lo recibido, sino por comprobar que se seguían acordando
de ellos. Eran privilegios históricos los que ostentaban; esos derechos que no
se apuntan en títulos ni asientos y que tan fácil se extravían en la mente
atareada y pusilánime de las personas desagradecidas.
Lo
mismo se hacía cuando se cocía el pan o cuando había abundancia de fruta o
verdura.
Estos
tiempos de frío y preludios navideños me traen estos recuerdos. Aquí lo apunto
para que no se me olvide.
Y
para que no digáis que ya no hablo de cocina y que no cuento más que batallitas
os presento una receta para estas fiestas.
Es
sencilla y si te esmeras, se puede presentar bonita.
ENDIVIAS
AL HORNO CON QUESO CABRALES
Lavadas,
cortadas y bien escurridas horneas las endivias con un poco de
mantequilla durante quince minutos a 180° C, luego esparces por encima queso de
Cabrales desmigado u otro queso azul al gusto. Si te parece muy fuerte lo
mezclas con trozos de otro queso tierno que funda bien.
Gratinas unos minutos y listo.
Se
sirve bien caliente y con el queso
borbollando.
Están
ricas y es un plato ligero si no añades mucho queso.