Cuando llegas tarde a comer a casa un día frío de invierno
esperando encontrar tu plato servido y caliente y lo que te encuentras es a tu
mujer que sale por la puerta y te dice: “¡Sorpresa! El peluquero me la ha liado
y no hay comida, voy a comprar pan, ahora vengo”, es una de las ocasiones en
las que el damnificado tiene que recurrir a ese tipo de talento que
podríamos llamar “cocina instintiva”.
Las emociones o repentes que pueden desencadenar infortunios
como este no son de poco interés; tampoco el controvertido asunto de las
mujeres consentidas o de los hombres iracundos, pero estos no son asuntos
de este blog.
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En estos momentos, los huevos son el recurso más eficaz.
Unos huevos revueltos son una salida rápida, caliente y sabrosa. Si dispones de
un poco de jamón, mejor que mejor y si no te conformas con cualquier cosa
y eres un poco previsor, con unos dientes de ajo, unos tacos de bacalao
congelado y un poco de pimiento puedes homenajearte con un revuelto de bacalao.
Para primero, (¿por qué vamos a renunciar?), unos
guisantes con jamón, no están mal y si el tiempo esta frío, unas sopas de ajo.
Dos tragos de la bota y a circular.
Nota del autor: queda pendiente la revisión y los
arreglos oportunos de género del
presente artículo. El autor autoriza a quien lo quiera a llevar a cabo la tarea
y que se coma el resultado, si puede.