En estos tiempos de
peste y calamidad no faltan paradojas como siempre en la vida.
Cuando más de
quinientos muertos en un día se da como buena noticia, cuando se prometen más
gastos sabiendo que los ingresos están mermando y cuando hay gente que
encuentra oportuno ultrajar a los que nos curan y nos dan de comer, algo
huele a podrido en este potaje.
Se habla mucho de
los males que nos viene después de la plaga y de lo mal que vamos a vivir; pero, como de todas las desgracias siempre se aprende algo, siempre el
mal trae algún bien y viceversa.
Lo que venga, sobre
todo lo que sea para bien, no será gracias a los que dicen que nos protegen.
Las únicas ventajas que sacaremos de esto será lo que cada uno logremos
aprender de la desgracia y el infortunio y de los recursos propios que seamos
capaces de juntar y explotar.
El conocer y
comprender mejor el valor relativo de lo que tenemos y saber sacar el máximo rendimiento de
nuestros recursos remanentes será el provecho que obtengamos de esta calamidad.
Comer es una de las
primeras necesidades que afronta a diario el ser humano y hacerlo dignamente
puede que deje de ser un problema resuelto pronto para algunas familias.
Permitirse un capricho se va a poner un poco más difícil y más aún que te lo
sirvan con las limitaciones que vienen para los próximos meses pero no cabe duda de que el que tenga buena
bolsa disfrutará del entresaque.
Para los que
quieran darse un capricho con casi nada y disfrutar de un manjar cualquier día
de la semana yo les recomiendo una tortilla de espárragos trigueros.
Yo he perfeccionado
esta receta recientemente pues antes solo salteaba los brotes antes de hacer el
revuelto o la tortilla y el resultado no era destacable. Ahora los dejo en la
sartén tapados a fuego lento hasta que queden muy tiernos.
Después de haber
probado la tortilla y el revuelto de tagarninas el verano pasado en
Andalucía, me di cuenta de que el secreto estaba en que la verdura estuviese
bien pasada y, como aquellas son difíciles de conseguir, encontré en los
espárragos trigueros un digno sustituto.
Se encuentran
congelados a muy buen precio y, bien preparados, es un manjar que no cansa.