La comida
es una necesidad vital a la que los humanos empezamos en convertir en arte una
vez que nos hubimos sentido un poco más seguros y con la despensa llena. Con el
paso de los años, según vamos consumiendo nuestras vidas, vamos apuntando
en el debe y el haber conforme vamos logrando los objetivos y, en lo
del condumio como en otros propósitos, vamos probando los platos que
lograron más fama, unas veces por su calidad y otras por variadas razones entre
las cuales la vanidad y la petulancia tienen lugares destacados.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSYJskpy1bFaRxDB0MMPi55YlaEnubi5WkETC9cN-lmVQAf6aypQ9rXpRE-eo4W4qeRYHRxoRCX5HL_c5PeIqOnl1vl0OuelI7ZKYtBXku661ukWXz15-xx2IZBP4ZRIhO-yjS2-1SigP6/s320/WP_20160228_21_10_09_Pro+%25282%2529.jpg)
Hace 28
años que tengo yo una cuenta pendiente y no pierdo la esperanza de saldarla
antes de los próximos 28 haciendo el faquir con cebollinos asados a la manera
de los catalanes del Priorato., Así, de pronto, es la ilusión más grande que
tengo yo en cuento a la gastronomía, que recuerde ahora. Tal vez no sean gran
cosa pero en la vida las ilusiones son importantes y a veces es mejor un anhelo
que el desengaño de una realidad.
Todo esto
para llegar donde yo quería:
Veintiocho
fueron los años que yo me pasé con ganas de volver a Cartagena y disfrutar
aquellas enormes tortillas de verduras que yo recordaba como un manjar. Después
de tanto tiempo y mientras la interesantísima ciudad va transitando por su
tercer milenio, de aquellas tortillas me costó encontrar vestigios. Ya no me
pareció tan buena la que logré probar; saladísima y reseca. Modestamente,
has hago yo mejores.
Si puedes
hazla el día antes, gana mucho al enfriarse.
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