sábado, 15 de octubre de 2016

Huevos, agua y calor

En la vida todos nos quejamos  y,  a veces,  con razón. Se dan casos de gente que ha conseguido mucho quejándose;  incluso ha habido quienes  tras vencer en una protesta justa han pasado, ellos mismos, a suplantar al viejo  tirano sobre sus  antiguos camaradas de infortunio y queja. La protesta da para mucho más pues hay  quienes, sin llegar a dar la vuelta a la tortilla, se convirtieron  en profesionales de ella  y viven muy bien arrogándose el sufrimiento y la penuria de un grupo al que mantienen debidamente enojado para que ni abandonen ni olviden su mísera condición y la necesidad que tienen de ser defendidos.
Además, no se puede negar que la protesta continua debilita y embota el ingenio,  ignora las debilidades propias, altera la percepción de la realidad y merma las fuerzas.
Le vendría muy bien a la gente más joven echar la vista atrás y recordar a Violeta Parra (Gracias a la Vida) ,  a Nina Simone (Ain't Got No, I Got Life) y a otros que cantaron su protesta, pero también  a la esperanza y a la vida, que son los últimos reductos del abusado y el perseguido.
Por eso, si llegas un día a casa, es hora de cenar y sólo tienes  huevos en el frigorífico, no te quejes y piensa. Los huevos son una maravilla en la cocina, sin ellos muchos platos y postres de los más corrientes no existirían y, no obstante,  su más simple elaboración es un manjar. Con agua,  sal  y calor, en menos de diez minutos tienes tres posibilidades: huevo pasado por agua,  mollet o huevo duro.
Recomendaciones: deja hervir el agua antes de poner en ella los huevos;  tres, cinco o diez minutos de cocción respectivamente ( si estaban en el frigorífico) y enfriarlos con agua fría.

No te quejes tanto y empieza a funcionar.

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