jueves, 14 de enero de 2016

Hervido de acelgas

Era una noche de diciembre que presagiaba el invierno cercano, hace ya muchos años. Dos amigos cruzan la Plaza del Castillo en busca de cena antes de ir a descansar a un humilde hospedaje.
La evocación del Marqués de Bradomín en la vecina Estella buscando abrigo y tentaciones  en su  Invierno de Sonata era inevitable.
Carentes de hidalguía que nos abriese un convento, como al héroe, entramos a matar hambre y frío en una fonda de las que ya van quedando pocas; esas que te ofrecían lo que había, lo del tiempo, lo del terreno.
No recuerdo bien si de segundo comí trucha a la navarra o tortilla con pimientos, pero el  primer plato es lo que me quedó a mí de aquella visita a Pamplona:  hervido de acelgas con un sofrito de ajos, prueba inequívoca de buen gusto en el comer y de  fértiles vegas cercanas.
Excelente plato y la receta … ya está dicha.
Este y otros potajes con los que nuestros abuelos calentaban  cuerpo y  espíritu después de jornadas frías en el campo hay que reivindicarlos hoy en día,  cuando cocinar rápido y comer sano es una necesidad.
Un consejo:  utilizar hojas frescas con abundante penca y cortarlas en trozos pequeños. Si se nos hace basto al comer se le puede dar dos o tres golpes de batidora y, sin llegar a ser puré, tendrá una consistencia como de sopa.
Más adelante hablaremos de otros hervidos.

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