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Su variada gama de embutidos es de conocimiento obligatorio
(ya sabes cómo se aprenden estas cosas); sus hortalizas y su forma de escalivarlas, la salsa romesco,
el alioli, los vinos, las cocas… son todas tentadoras propuestas a la vista y
al paladar.
La gleba (gleva) rica y variada, fertilizada y
humanizada por la obra del payés, y su clima, son el fundamento de esta
envidiable oferta.
Siguiendo la política de este blog nos vamos a centrar en
lo más sencillo: el pa amb
tomàquet i pernil (pan
con tomate y jamón). Este plato reúne cuatro ingredientes que vas a encontrar
en cualquier sitio y puedes hacer un plato bonito y rico con muy poco trabajo.
Lo sé, lo sé …. no es lo mismo aquel tomate madurado en
la huerta al sol del Mediterráneo y conservado en la mata en el
desván, que el que vamos a encontrar en el supermercado, ya sé que hay
gente que aquello ni lo ha conocido ni lo probará nunca; pero nos
podemos hacer una idea.
La cançó es como sigue: un buen pan de pueblo (
lo puedes encontrar en cualquier ciudad o pueblo grande), los mejores
tomates, cuanto más maduros mejor, sal
y, coronando, un buen jamón. Ungido con un buen chorro de aceite
de oliva virgen extra, el rey de la mesa estará servido.
A muy pocos llega ese maravilloso aceite del Baix Camp de Tarragona que, por un privilegio
que yo disfruto, a veces entra en mi casa. El
mejor del mundo, dicen allí. Yo no he probado otro mejor.
Tampoco hay que
quejarse; hay muy buenos aceites por ahí.
Para facilitar la tarea, lo mejor es rallar el tomate
desechando la piel y añadirle la sal y, si prefieres, puedes echar aceite
directamente al tomate y mezclarlo. Puedes rallar un poco de ajo también y
mezclarlo con el tomate. Aunque un auténtico catalán diría: “el tomate no
hay que rallarlo, tienes que frotarlo directamente sobre la rebanada de pan y
el ajo solo se frota cuando el pan es tostado y siempre antes de frotar el
tomate”.
Prueba y elige.
El jamón no es necesario que sea de Girona, vale
perfectamente uno de Salamanca o,
incluso, de Huelva.
Aunque el artículo se alarga, no me lo puedo callar. Lo
que yo no perdono a los catalanes, a pesar de todas sus extensas virtudes, y,
aunque seguramente tendrán sus razones, yo no lo alcanzo a entender:
¡Cómo estando el fuet tan bueno, lo inventaron tan delgado!.
Tal vez vuelva a ser culpa otra vez de las recurrentes
tripas, els punyeters budells.
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