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Aunque, todo hay que decirlo, los torreznos siempre
tuvieron su público en toda la escala social y había quien se infiltraba
disimuladamente en tascas o figones para regalarse con unos bocados
de tocino frito.
Para hablar de esta receta tengo que remontarme a los
tiempos de los pucheros, aquellos en los
que los hombres, cuando no podían cumplir con sus quehaceres, andaban estorbando
y molestando en la cocina.
Me dijo mi padre: - ¿quieres probar tocino encallao?
-¿Qué es eso?
-Ya verás…
-Bueno, -dije yo.
Cortó un trozo y lo metió en el puchero donde se cocían
los garbanzos. Al rato lo sacó.
-Así lo comíamos
en el monte, - dijo.
El resultado es, sin duda, más que interesante.
Yo he rememorado la experiencia con mis hijos con éxito.
Consigue un buen tocino, mejor de cerdo ibérico. No es necesario que sea
panceta. Que no esté excesivamente salado, (la mayoría lo están).
Corta unas lonchas de menos de un centímetro de
gruesas y las pones en un poco de agua que ya habrá empezado a hervir. Habrás
añadido al agua ajo molido, orégano y pimienta para intentar
simular el caldo del cocido, y mantenlo hirviendo entre tres y cinco
minutos.
Disfrútalo entre pan y pan y un poco de pimentón por
encima.
La bota a mano.
Si te gustan los torreznos de vez en cuando, un detalle
a tener en cuenta: evitarás ese pérfido tufillo delator en la cocina.
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