Hoy
en día la mayoría de los jóvenes no se privan de nada. La generación “Y”
ó milénica es gente estupenda. Ellos mismos te lo pueden
confirmar.
Gozan,
sin ser conscientes de ello, de privilegios logrados con el esfuerzo y
sacrificio de generaciones pretéritas y sin el menor reconocimiento ni
agradecimiento… ¿qué es eso?
Consumen,
estrenan, gastan, desechan, compran, disfrutan, despilfarran, ensucian,
contaminan y ¿por qué?... Porque yo lo valgo.
El eslogan publicitario lo han convertido en su dogma, y quienes se atrevan a
criticarles, que se preparen: los más desmesurados anatemas caerán sobre ellos
sin misericordia.
El
narcisismo y la autoindulgencia se han convertido en el primer mandamiento de
su religión, y como al vanidoso todo le favorece, pese a su adicción al consumo,
a la tecnología y a la vida cómoda, se declaran además ecologistas. Eso
sí, bajo la condición tácita de que ellos no tienen ninguna responsabilidad y
de que todos los males que amenazan al planeta son culpa de los negacionistas,
modernos apóstatas que con argumentos tan fútiles como los de
aquellos siguen a los modernos heresiarcas contra todo lo que es acatado
por la mayoría.
La
alerta climática recientemente alzada está provocando experiencias extáticas
entre los fieles advenedizos. Se están dando casos entre los más tiernos de
traumas por la nueva moda. Los niños, los pobres, se lo creen todo y son incapaces de disfrutar del alambicado y discreto encanto de la hipocresía.
Cabalgar
contradicciones se dice ahora; y, como el jinete sin cabeza, muchos jóvenes sacan
ventaja de cualquier drama practicando con desenvoltura el postureo.
En
este pueril maniqueísmo, siempre que te unas a los buenos, te declares
comprometido y aceptes el chivo expiatorio o cabeza
de turco asignado y le odies como se merece, sólo con eso y sin más
esfuerzo, puedes considerarte miembro de los elegidos y disfrutar
de los mismos privilegios que los malvados sin el menor remordimiento.
La
incitación al odio es clave en el proceso. Siendo el odio un arma
poderosa se utiliza en la dosis adecuada para magnetizar a los jóvenes.
Imantados de tal forma se inducen tendencias entre la gente, se inhibe el
razonamiento y la crítica y se amalgama y se dirige el rebaño cuando sea
necesario. Claro es que ello trae otras consecuencias, pero eso no se tiene en
cuenta.
Pero ¡cuidado! Como el mismo Narciso ignoraba, el peligro estaba delante de sus
narices y así muchos vanidosos sucumben en el abismo que tantas veces bordearon
ignorantes.
Puestos
a practicar el ecologismo, vamos a inspirarnos en los que lo ejercitan por
necesidad, aprovechando al máximo los escasos recursos de los que disponen.
Un
amigo me dio a conocer la receta de arroz egipcio. Creo más propio denominarla
arroz árabe porque evoca sobre todo la escasez y la supervivencia en el
desierto.
Cómo
un poco de agua, unos granos de arroz y algo de pasta traídos del lejano
y añorado oasis podían ser convertidos en un buen alimento quemando unas
hierbas secas en el anafre de barro es un ejemplo de aprovechamiento digno de
ser apuntado.
Pero
falta el detalle más importante de este plato. Donde la penuria trajo carencia
y escasez, el talento hizo lo suyo: tostando unos pocos granos de arroz y unos
fideos antes de añadir el agua y el resto del cereal, se consigue un toque
tostado característico y peculiar.
Pruébalo
para acompañar unos contramuslos de pollo o unas brochetas de cordero a la
parilla. Con cerdo no debe estar malo, pero no se lo pongas a tus invitados,
quedarás como un tonto ignorante (o irreverente, que es lo mismo).
Y, si
quieres experimentar el rigor del desierto, hazlo sin aceite ni ajo un día que
te sientas con el corazón de arena, como el legionario de la copla.