miércoles, 21 de diciembre de 2016

Pan con tomate

Los catalanes, introductores del Caganer en el Portal de Belén, tienen alguna aportación a la cocina hispana de la que sí pueden sentirse orgullosos. Dejemos las impudicias a un lado, tal vez no las entendamos, y quedémonos con lo estimable y honroso, que es diverso y abundante.
Su variada gama de embutidos es de conocimiento obligatorio  (ya sabes cómo se aprenden estas cosas); sus hortalizas y su forma de escalivarlas, la salsa romesco, el alioli, los vinos, las cocas… son todas tentadoras propuestas a la vista y al paladar.
La gleba (gleva) rica y variada,  fertilizada y humanizada por la obra del payés, y su clima, son el fundamento de esta envidiable oferta.
Siguiendo la política de este blog nos vamos a centrar en lo más sencillo: el pa amb tomàquet i pernil   (pan con tomate y jamón). Este plato reúne cuatro ingredientes que vas a encontrar en cualquier sitio y puedes hacer un plato bonito y rico con muy poco trabajo.

Lo sé, lo sé …. no es lo mismo aquel tomate madurado en la huerta al sol del  Mediterráneo y conservado en la mata en el desván,  que el que vamos a encontrar en el supermercado, ya sé que hay gente que aquello  ni lo ha conocido ni lo probará nunca;  pero nos podemos hacer una idea.
La cançó es como sigue: un buen pan de pueblo ( lo puedes encontrar en cualquier ciudad o pueblo grande), los mejores tomates,  cuanto más maduros mejor, sal  y, coronando, un buen jamón. Ungido con un  buen chorro de aceite de oliva virgen extra, el rey de la mesa estará servido.
A muy pocos llega ese  maravilloso aceite del Baix Camp de Tarragona que, por un privilegio que yo disfruto,  a veces entra en mi casa. El mejor del mundo, dicen allí. Yo no he probado otro mejor.
 Tampoco hay que quejarse; hay muy buenos aceites por ahí.
Para facilitar la tarea, lo mejor es rallar el tomate desechando la piel y añadirle la sal y, si prefieres, puedes echar aceite directamente al tomate y mezclarlo. Puedes rallar un poco de ajo también y mezclarlo con el tomate. Aunque un auténtico catalán diría: “el tomate no hay que rallarlo, tienes que frotarlo directamente sobre la rebanada de pan y el ajo solo se frota cuando el pan es tostado y siempre antes de frotar el tomate”.
 Prueba y elige.
El jamón no es necesario que sea de Girona, vale perfectamente uno de Salamanca  o, incluso,  de Huelva.
Aunque el artículo se alarga, no me lo puedo callar. Lo que yo no perdono a los catalanes, a pesar de todas sus extensas virtudes, y, aunque seguramente tendrán sus razones, yo no lo alcanzo a entender:
¡Cómo estando el fuet tan bueno, lo inventaron tan delgado!.
Tal vez vuelva a ser culpa otra vez de las recurrentes tripas,  els punyeters budells.



Arroz negro

Hace tiempo una camarera gallega muy lista y prudente, perdón por la redundancia, tuvo el gusto de invitarnos a probar un arroz con almejas excelente que nos ofreció a mayores. Arroz con almejas - dijo -  no digo paella, para que nadie luego diga…
Yo acostumbro a juzgar los platos por la vista y por el sabor y, a fe mía, que aquel arroz era exquisito y, por la cuenta, no necesita un  título que por sí mismo no garantiza nada.
Mucho se puede hablar del arroz y sus infinitas formas de elaboración y sabores. He elegido un plato pariente pobre de la paella de marisco y fácil de preparar.
Emplearás  paella o cazuela grande, para mí, si es con tapa mejor. Arroz redondo, por supuesto.
Sofrito de cebolla y ajo; un poco de tomate triturado también, si gustas; calamares o sepia troceados, tinta de sepia congelada ( la encontrarás en el supermercado) y luego, el arroz. Un chorro de vino blanco va también bien. Una hoja de laurel.
La cantidad de tinta al gusto, empieza de menos a más y busca tu punto.
Agua;  el doble de volumen que el arroz. Si utilizas un caldo de pescado o marisco (fumet), mejor.
La regla de oro del arroz: no más de veinte minutos de cocción a fuego justo para mantenerla.
“Arroz pasado, arroz tirado”.
Añades algo de marisco en los últimos minutos,  para que no se pase de cocción.

Reposar tapado y…¡ a por ello!.