miércoles, 29 de enero de 2020

Arroz árabe


Hoy en día la mayoría de  los jóvenes no se privan de nada. La generación “Y” ó milénica es gente estupenda. Ellos mismos te lo pueden confirmar.
Gozan, sin ser conscientes de ello, de privilegios logrados con el esfuerzo y sacrificio de  generaciones pretéritas y sin el menor reconocimiento ni agradecimiento… ¿qué es eso?
Consumen, estrenan,  gastan, desechan, compran, disfrutan, despilfarran, ensucian, contaminan  y ¿por qué?... Porque yo lo valgo.
El eslogan publicitario lo han convertido en su dogma, y quienes se atrevan a criticarles, que se preparen: los más desmesurados anatemas caerán sobre ellos sin misericordia.
El narcisismo y la autoindulgencia se han convertido en el primer mandamiento de su religión, y como al vanidoso todo le favorece, pese a su adicción al consumo, a la tecnología y a la vida cómoda,  se declaran además ecologistas. Eso sí, bajo la condición tácita de que ellos no tienen ninguna responsabilidad y de que todos los males que amenazan al planeta son culpa de los negacionistas, modernos  apóstatas que con argumentos  tan  fútiles como los de aquellos  siguen a los modernos heresiarcas contra todo lo que es acatado por la mayoría.
La alerta climática recientemente alzada está provocando experiencias extáticas entre los fieles advenedizos. Se están dando casos entre los más tiernos de traumas por la nueva moda. Los niños, los pobres, se lo creen todo y son  incapaces de disfrutar del alambicado y discreto encanto de la hipocresía. 
Cabalgar contradicciones se dice ahora; y, como el jinete sin cabeza, muchos jóvenes sacan ventaja de cualquier drama practicando con desenvoltura el postureo.
En este pueril maniqueísmo,  siempre que te unas a los buenos, te declares comprometido  y aceptes el chivo expiatorio o cabeza de turco asignado y le odies como se merece, sólo con eso y sin más esfuerzo,  puedes considerarte miembro  de los elegidos y disfrutar de los mismos privilegios que los malvados sin el menor remordimiento.
La incitación al odio es clave en el proceso. Siendo el odio un arma poderosa  se utiliza en la dosis adecuada para magnetizar a los jóvenes. Imantados de tal forma se inducen tendencias entre la gente,  se inhibe el razonamiento y la crítica y se amalgama y se dirige el rebaño cuando sea necesario. Claro es que ello trae otras consecuencias, pero eso no se tiene en cuenta.
Pero ¡cuidado! Como el mismo Narciso ignoraba,  el peligro estaba delante de sus narices y así muchos vanidosos sucumben en el abismo que tantas veces bordearon ignorantes.
Puestos a practicar el ecologismo, vamos a inspirarnos en los que lo ejercitan por necesidad, aprovechando al máximo los escasos recursos de los que disponen.
Un amigo me dio a conocer la receta de arroz egipcio. Creo más propio denominarla arroz árabe porque evoca sobre todo la escasez y la supervivencia en el desierto.
Cómo un poco de agua,  unos granos de arroz y algo de pasta traídos del lejano y añorado oasis  podían ser convertidos en un buen alimento quemando unas hierbas secas en el anafre de barro es un ejemplo de aprovechamiento digno de ser apuntado.
Pero falta el detalle más importante de este plato. Donde la penuria trajo carencia y escasez, el talento hizo lo suyo: tostando unos pocos granos de arroz y unos fideos antes de añadir el agua y el resto del cereal, se consigue un toque tostado característico y peculiar.
Pruébalo para acompañar unos contramuslos de pollo o unas brochetas de cordero a la parilla. Con cerdo no debe estar malo, pero no se lo pongas a tus invitados, quedarás como un tonto ignorante (o irreverente, que es lo mismo).
Y, si quieres experimentar el rigor del desierto, hazlo sin aceite ni ajo un día que te sientas con el corazón de arena, como el legionario de la copla.