domingo, 22 de diciembre de 2019

Pulpo amariscado


Según los entendidos, las vivencias, el aprendizaje y  las experiencias acumuladas a lo largo de nuestras vidas  van fijando nuestra  memoria a través de conexiones eléctricas entre células que según se refuercen más o menos van formando la red de nuestros recuerdos.
Cuanto más enmarañada sea la urdimbre, sabremos más, nuestros razonamientos serán más elaborados y certeros  y cuando venga la decadencia y el declive, la mengua será más lenta y la pendiente menos escarpada.
El trato con gentes variadas, la lectura, la contemplación del arte en sus diversas formas,  los viajes y, en general, la actitud abierta y receptiva favorece el enriquecimiento intelectual.  Las experiencias molestas, adversas u  odiosas, aunque desagradables, son también fructíferas, pues perfilan los contrastes y los relieves que permiten un mejor desenvolvimiento en variadas dimensiones.
La comida, siendo una parte básica  en la vida, es también determinante fundamental de la misma. No solo en lo que comemos sino también en cómo lo consumimos.
La cocina y la mesa han tenido una influencia muy importante en el desarrollo de nuestra civilización y el grado de conocimiento de los productos y las técnicas de elaboración es un indicador de cultura y desarrollo personal. Manejar tales conocimientos en beneficio propio demuestra superior inteligencia.
Ahora que viene la Navidad, hagamos buenos propósitos y cumplámoslos en el año nuevo. Vamos a interesarnos por lo que comemos, mejoremos nuestras técnicas, experimentemos con nuevos productos, variemos, consumamos más cosas en menos cantidad, enriquezcamos nuestras dietas, planifiquemos para tener tiempo para disfrutar de las comidas y  hagamos, en fin,  un placer de la necesidad. Nuestros cuerpos y nuestras mentes  nos lo agradecerán.
Como siempre, para estas fiestas que vuelven os recomiendo una plato que se sale un poco de lo habitual.
Por aquí un restaurante ha hecho fortuna mezclando  pulpo con  marisco. El éxito consiste en ponerlo un nombre pomposo para parecer que has inventado algo y así acuden en masa  los que tienen que ir a probarlo todo.
Esta es mi versión: se cocina el marisco como si fuesen unas almejas a la marinera y se añade el pulpo ya cortado y cocido. Un toque de pimentón y listo.
Si el marisco es bueno y no lo pasas de cocción saldrá un buen plato, si bien, yo prefiero un plato de pulpo y otro de marisco.

domingo, 1 de diciembre de 2019

El servicio


En la comida el servicio es esencial. No es de buen provecho el alimento comido a disgusto y sabe siempre amargo el bocado arrojado con displicencia e insípido el traído con  desgana o petulancia.
La satisfacción por el trabajo bien hecho y  el cumplimiento del deber no están debidamente reconocidos hoy en día. Son los jóvenes las víctimas principales de una subcultura que exagera  los derechos,  mitiga  las obligaciones y fomenta el  atrevimiento y el descaro en perjuicio del trabajo y la paciencia. La triste cosecha de esta forma de entender la  vida está siendo frustración y desengaño prematuros.
El mal servicio en España es una epidemia y es triste ver como la formación profesional que se viene introduciendo no permite  lograr ni siquiera una atención meramente correcta en muchos casos. 
El asunto es especialmente grave cuando este país es una potencia en servicios y el turismo es una de las principales fuentes de riqueza.
El año pasado  nos presentamos sobre las doce de la mañana en un bar de un lugar turístico  y siendo los únicos clientes, una persona a la barra y otra dentro, jóvenes los dos, al solicitar algo para comer nos dieron la respuesta de que la cocina no estaba  abierta todavía. Sorprendido,  intenté ayudar al indolente mercader  que no me ofrecía alternativa alguna. Le sugerí, tras vanos intentos,  si nos podía servir algún helado del refrigerador del comedor y no le pareció mal.
Recientemente, en un pueblo muy visitado  que presume, con razón, de sus quesos de cabra y sus embutidos, en circunstancias similares, recibimos la misma respuesta concluyente de otro prometedor comerciante.
Unos días antes,  fue en una tasca que me hizo recordar las que frecuentaba cuando serví. Obligados a repetir como clientes, consecuencia de mi preferencia por los lugares poco frecuentados,  el ventero,  tras mostrarnos la carta,  nos anunciaba lo que no había ese día. Aproximadamente, la mitad.
De lo que mandábamos, por sistema, con la diplomática  frase de: “tenemos un problema” al volver  de la cocina, nos iba preparando  para anunciarnos  que “vaya, lo siento,  no tenemos esto, no tenemos lo otro …”
Ante la imposibilidad de satisfacer el variado gusto de los  comensales más volubles,  remisos a conformarse con la menguante minuta,   me atreví a sugerirle (estábamos solos, ya casi en familia, en temporada baja…): “oye, ¿no podrían hacer a estos un huevo frito con  patatas?”. Ante lo que el punto, ostentando gesto serio y profesional, me contestó: “no señor, aquí no trabajamos eso”.
Entre los maîtres, a este áspero miembro de la restauración patria,  lo declaro mi consentido.