domingo, 24 de enero de 2016

Sopas de ajo

 Si tienes necesidad de una sopistan y no quieres intoxicarte con maltodextrina, fécula de patata, picatostes, aceite de palma, levadura, cebollino, más extracto de levadura, aromas, almidón de maíz, más extracto de proteínas vegetales, más grasa vegetal de palma y especias, además del riesgo de ingerir trazas de soja y crustáceos; mi consejo es acudir, sin dudarlo un segundo, al recetario tradicional.
La necesidad de cocinar rápido es un falso tópico de ahora. Y si no, que se lo pregunten a nuestras abuelas,que teniendo tanto o más que hacer, carecían de los medios  de ahora y desconocían el concepto de ocio. Lo más parecido a esta palabra, tan sacralizada hoy en día, era contar  lentejas o remendar calcetines. El saber que la tarea nunca se acabaría les daba mucha tranquilidad, el estrés cotidiano todavía no se había inventado.
-¡Qué cosas dice este tío!, -dirán los jóvenes.
-¡Qué saben ellos! -digo yo.
Las sopas de ajo, según tradición familiar, son un plato caldoso para calentarse que se prepara en un momento y sus ingredientes deben estar siempre a mano en cualquier cocina de medio pelo: agua, ajo, aceite, sal gorda, pimentón y un mendrugo que encontrarás en el cesto, bolsa, cajón o alacena donde el pan espera su cumplimiento.
Si no topas en tu cocina un trozo de pan duro, el arreglo de tu casa merece un repaso. Dice mi padre que la mejor forma de criar un burro sano y fuerte es que, antes de servir a la bestia su ración diaria de pienso, con un puñado de lo que dejó del día anterior en el pesebre darle unas friegas por el lomo. Valga el ejemplo considerando que nosotros no comemos pienso.

En conclusión, si no encuentras en tu casa lo necesario para salir del apuro con unas sopas de ajo el seguimiento de este blog te está encarecidamente recomendado.

jueves, 14 de enero de 2016

Hervido de acelgas

Era una noche de diciembre que presagiaba el invierno cercano, hace ya muchos años. Dos amigos cruzan la Plaza del Castillo en busca de cena antes de ir a descansar a un humilde hospedaje.
La evocación del Marqués de Bradomín en la vecina Estella buscando abrigo y tentaciones  en su  Invierno de Sonata era inevitable.
Carentes de hidalguía que nos abriese un convento, como al héroe, entramos a matar hambre y frío en una fonda de las que ya van quedando pocas; esas que te ofrecían lo que había, lo del tiempo, lo del terreno.
No recuerdo bien si de segundo comí trucha a la navarra o tortilla con pimientos, pero el  primer plato es lo que me quedó a mí de aquella visita a Pamplona:  hervido de acelgas con un sofrito de ajos, prueba inequívoca de buen gusto en el comer y de  fértiles vegas cercanas.
Excelente plato y la receta … ya está dicha.
Este y otros potajes con los que nuestros abuelos calentaban  cuerpo y  espíritu después de jornadas frías en el campo hay que reivindicarlos hoy en día,  cuando cocinar rápido y comer sano es una necesidad.
Un consejo:  utilizar hojas frescas con abundante penca y cortarlas en trozos pequeños. Si se nos hace basto al comer se le puede dar dos o tres golpes de batidora y, sin llegar a ser puré, tendrá una consistencia como de sopa.
Más adelante hablaremos de otros hervidos.