domingo, 29 de abril de 2018

Macarrones


Últimamente ha hecho fortuna la expresión comida viejuna para referirse a platos olvidados que en su día fueron apreciados como manjares de días u ocasiones señalados.
La ensaladilla bien acicalada, los huevos rellenos, el arroz con pollo,  el pollo con tomate o la banderilla de huevo duro con atún, no son comidas pertenecientes o relativas a los viejos, que es lo que significaría ese artefacto expresivo tan feo. Más bien podríamos calificar estas recetas de  castizas. Pero en torno al casticismo  no vamos a insistir, no sea que el espíritu de  D. Miguel,  que ya lo trató in extenso,  se enfade, se levante y se marche advirtiéndonos de que no le convenceremos.
Un plato en retroceso son los macarrones, tan celebrados en otro tiempo en los menús de colegios y guarderías  y tan socorridos para las atareadas y felices  amas de casa de aquella sociedad de los años del desarrollismo ya superada.
Considero injusto el abandono de este plato que, como todos los grandes, tiene su reminiscencia literaria;  en "El Gatopardo"  Giuseppe Tomasi di Lampedusa así los evocaba: 
"El aspecto de aquellos pasteles   bastaba para suscitar estremecimientos de admiración. El oro bruñido de la costra, la fragancia de azúcar y canela que de ella emanaba, sólo eran el preludio de la sensación de delicia que surgía del interior cuando el cuchillo hendía la superficie: primero brotaba un vapor cargado de aromas, luego se divisaban los higadillos de pollo, los huevecillos duros, los trocitos de jamón, de pollo y de trufa mezclados en una masa untuosa, muy caliente, de diminutos macarrones a los que el extracto de carne añadía un precioso color gamuza."
Inspirándonos en la receta del celebrado timbal de macarrones siciliano estamos intentando poner en su sitio a esta variedad de pasta como plato importante para una ocasión señalada.
Evitemos el chorizo, busquemos menudos de pollo o conejo, jamón, carne,  huevo cocido y, por supuesto, hagamos una buena salsa de tomate natural bien maduro, añadamos especias sin miedo  y al horno con queso para obtener una buena costra.
Del resultado ya me contarás.
Tal vez intentemos, más adelante, el timbal.