viernes, 27 de octubre de 2017

La olla rápida

En junio de 1931 Julio Camba, desde su retiro en el planeta New York,  lejos del calor y las moscas de su planeta España, con bastante guasa y un toque de magnificencia  escribió para el ABC sobre el analfabetismo:
“… pero mi ideal con respecto a España es este: mientras no se descubra un procedimiento para que sean los analfabetos quienes escriban, que el arte de leer se convierta en una profesión y que solo puedan ejercerlo algunos hombres debidamente autorizados al efecto por el Estado.”
Este artículo, si obvias veladamente la ironía que lo sustenta y enfatizas el clasismo que destila, resulta un comburente potente para autoproclamados progresistas de arcada presta y les provoca un mórbido deleite.
El caso es que después de ochenta años de los albores republicanos, por fin, San Juan bajó el dedo y la rana crió pelos.  Hoy, gracias a internet y a los móviles, los más brutos lucen ignorancia e indolencia en los foros y los menos recatados hacen  los más pomposos y disparatados análisis politicos  fundamentados en sus prejuicios más acendrados.  Hay hasta quien perpetra literatura tardodecadentista con cualquier pretexto.
Total que, mientras el escritor gallego se regocijaba con su sarcasmo impúdico, en España se seguía calentando el potaje y al segundo hervor reventó la olla. 
La olla es el sustento y es un símbolo para el humilde trabajador y es su verdadera patria junto con su familia. Luego, cuando el proletario sacia el hambre y descubre que posee cualidades  exclusivas o simplemente agarra miedo  al fantasma de la soledad y el  desamparo,  espectro que nos acompaña a todos desde la cuna hasta la huesa, el nuevo pequeñoburgués va tomando  devoción a otras  patrias y va endureciendo su corazón. 
Pues, cuando la olla revienta siempre es un mal negocio y sobre todo para aquel pobre trabajador, que es la parte más débil de la cuerda, y frustra la ilusión de los que pensaban  medrar en el río revuelto de sus nuevas aficiones y a veces hasta pierden el guiso.
Por eso, mis queridos seguidores, os voy a dar un consejo para que no sufráis este trance, consecuencia de perder la perspectiva. Cuando pongas la olla rápida a hervir no la cierres con su tapa; cúbrela con una tapadera corriente hasta que hierva mientras te entretienes con el teléfono o el internet, por ejemplo. Llegado este punto pon el cierre hermético y en muy poco tiempo podrás bajar el fuego y a otra cosa.
 Estarás mucho más tranquilo y evitarás el riesgo de tener una experiencia muy desagradable. Quien lo probó lo sabe.