sábado, 22 de septiembre de 2018

Pencas de acelga

Cómo me gustaría a mí por mi mano plantado tener un huerto y como Fray Luis disfrutar  
El aire del huerto (que) orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
 Pero volvamos a la prosa de la vida, que no tiene por qué ser triste como decía la bella y exuberante Atanasia en la Zarzuela.
No voy a referirme a la guerra justa del huertano contra el protervo ratón,  el noctívago topillo, la tenaz babosa o el cobarde abejaruco; tampoco a la mortificación del  implacable estiaje o al castigo del expeditivo pedrisco. Yo me apunto, más bien, al rendimiento y al reparto.
Pues sí, no tengo huerto ni huerta pero, a veces, merecidamente o sin mérito, llega  a mi mesa el fruto cierto del hortelano.
Uno de los productos del vergel  más apreciados en mi casa son las pencas de acelga; hortaliza que no es fácil de encontrar en el mercado en su mejor sazón.
Para el cocinero es un compromiso y un reto añadir valor a tan codiciado presente y tiene que esmerarse en ello.
Un buen arreglo son unas pencas rellenas de jamón y  queso, plato sencillo y de gran provecho que, sin mucho esfuerzo, cosechará elogios para el cocinero.
Después de hervirlas unos minutos se emparejan y se introduce entre ambas un poco de jamón y de queso y se rebozan. Se pueden presentar con una salsa de nata y espinacas u otro complemento al gusto o solas.
Pruébalas con queso de cabra tierno y un buen jamón cocido y, un pequeño detalle: al cortarlas deja un poco la parte verde de la hoja; mejora mucho el sabor.