Nadie
ha descrito como Ángeles Mastretta en Mujeres de ojos grandes el aspecto de descuido y relajo de la viudedad y las ventajas de tal condición.
De
los viudos y viudas tradicionalmente se han hecho chanzas y literatura, tal
vez, quién sabe, si para aliviar el penar del que se queda o
para no dejarles levantar cabeza.
La
autora, conocida en España más por sus plagiadores que por sus méritos, país de
pícaros y visionarios, entronca con la tradición de la literatura femenina
clásica y huye de los manidos estereotipos con unos relatos amables pero
nada cándidos.
Aquellas
escritoras fueron fuente de inspiración del feminismo tradicional que procuraba
la promoción de la mujer mediante su educación y su refuerzo y la
mejora de su condición a base de conocerse y superarse a sí misma y de
fortalecer su impronta. Y hablamos de épocas en las que las expectativas de las
que nacían hembras, el hostigamiento hacia las que se salían de la norma y las
consecuencias de sus deslices eran infinitamente peores que los de ahora.
Nada
que ver con el feminismo político de moda que predica el gregarismo de las
mujeres y mezcla a capricho autoindulgencia e intransigencia, lo que
provoca la desorientación en ellas y en su entorno y el debilitamiento de
su fortaleza y su devaluación individual, para luego explotar
sus debilidades y sus infortunios en beneficio del movimiento.
Y
todo esto para presentar el plato de este mes.
El
arroz con verduras en algunos sitios es llamado arroz viudo o de vigilia
por aquello de la privación de la carne o el pescado. Las verduras serán su
complemento y las especias nos ayudarán a sobrellevar la abstinencia. Las
combinaciones son ilimitadas. Para
los débiles o los empachados de privaciones, una loncha fina de buen jamón
calentado al amor del arroz les ayudará a soportar la
saludable dieta.