miércoles, 20 de junio de 2018

Ensalada de matrimonio

Después de mi último viaje a Valencia añadí dos nuevas recetas a mi repertorio: el Arroz al Senyoret y la Ensalada del Matrimonio.

El Arroz al Senyoret (o arroz al Señorito) es un arroz con pescado y marisco a los que se les habrá  retirado espinas y  cáscaras con las que se habrá  elaborado el fumet o caldo para enriquecer el preparado  y que se cocerá sobre una salsa de verduras en las que no faltará el tomate triturado.
Es un arroz sabroso y sano que se puede hacer limpiando y preparándolo  el marisco y pescado, para las grandes ocasiones,  o también con productos limpios y congelados y añadiendo un caldo envasado, de los que se pueden encontrar de diferentes calidades y precios; (de esta segunda manera se prepara muy rápidamente y el resultado es notable). Lo disfrutarás como un señorito sin mancharte. Si no logras un arroz sabroso,  el plato no tiene ningún interés. La técnica  de esta receta consiste en ir añadiendo los diferentes pescados según la cocción que necesiten,  utilizar buenas verduras y las consabidas normas para el arroz en paella.



Por otra parte, la Ensalada del Matrimonio fue un encuentro feliz.
El desposorio consiste en unir anchoas (boquerón en salmuera y aceite) con boquerón marinado en vinagre. La base de la ensalada a elegir: clásica de lechuga, cebolla y tomate; pimientos asados, endivias, tostadas con tomate, queso fresco de cabra u otros, etc.
Ensalada bonita,  sabrosa y nutritiva.

Caridad


Hablando de cenas tristes todos queremos olvidar alguna y puede que no hubiera sido una cita esperada o una ocasión propicia, simplemente se presentó así.
Hace ya muchos años, un amigo y yo recorrimos en bicicleta el Canal de Castilla y al acabar el segundo día de marcha nos encontrabamos en un pueblo de la Nava ya con una buena zurra en el cuerpo, pues estábamos a la mitad del plan.
 Preguntamos si había alojamiento en la villa y nos dijeron que, tal vez, una señora que solía coger huéspedes nos daría posada y allí fuimos. Nos recibió a la puerta pero nos dijo que no podía ser porque cuidaba a su padre enfermo.
Ya estaba yo calculando los diez kilómetros extras hasta el alojamiento más cercano, pero mi amigo se aplicó en el ruego, conmovió a la señora y nos abrió su casa.
Nunca te apuntes a aventuras con gente floja y desenfadada.
Humildes y agradecidos, cenamos huevos fritos con patatas y chorizo y nos fuimos a descansar a una habitación contigua a otra en la que reposaba un anciano moribundo enganchado a una ruidosa máquina.
Nuestro deseo era hacernos imperceptibles, descansar y retomar el camino, pero faltaba lo peor.
Sobre las once llegó una señora a casa que, al parecer, venía a acompañar al enfermo y a su cuidadora por las noches y al enterarse de que había dos hombres en casa montó en cólera y profirió todo tipo de improperios a la anfitriona, marchándose con la amenaza de no volver más.
Llegados a este punto yo solo pensaba: ¿qué narices hago yo aquí?.
Durante el desayuno me atreví a levantar la vista y allí en la pared un cuadro con un letrero bien grande en punto de cruz rezaba: CARIDAD.
El precio luego lo ajustamos: lo que habíamos pagado el día anterior.
El camarada buscó asilo en la biblioteca del primer pueblo de la tercera jornada donde fue bien acogido pues era del gremio. Tuve que seguir yo solo.
Una cena y una noche que a mí no se me olvidan.
Uno nunca sabe cuándo va a tomar caridad ajena. En todo caso, siempre agradecerla.