Que todos
tenemos defectos es una evidencia que casi nadie niega aunque haya quien
afirma haber conocido a personas íntegras. Yo no voy a discutir lo comúnmente
aceptado y hasta admito que se puedan encontrar casos de personas
intachables entre los que la vida no ha sometido a pruebas insuperables.
Si hablamos
de colectividades o gentilicios entramos ya en los tópicos y sus
excepciones pero yo me atrevo a decir que los gallegos ostentan
las virtudes de la humildad y la sencillez. Bueno, al menos yo las
considero méritos aunque otros puedan considerarlas sumisión y simpleza; en quienes
piensan así no te molestes en buscar
honestidad ni talento.
La humildad
y la sencillez son dos cualidades que se expresan en la forma de cocinar el
pescado “a la gallega”; las cuales, por sí solas, no suponen mérito
pero cuando lo pruebas comprendes que si un plato es excelente las anteriores
cualidades le convierten además en extraordinario.
Cualquier
pescado blanco a la gallega tiene mérito para estar en la
carta de un buen restaurante pero lo puedes elaborar tú mismo cualquier día
para una cena rápida, grata y sabrosa. El único requisito es la calidad
de los productos a emplear.
La receta
es sencilla y fácil de encontrar, solo destacar dos cosas: si el pescado es
congelado hacer una descongelación correcta (lenta y si puede ser dentro del
frigorífico) y que no hierva más de ocho o diez minutos.
Reitero que
la calidad de los productos es importante y no lo vayas a arruinar con un
pimentón caducado.
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