La comida
es una necesidad vital a la que los humanos empezamos en convertir en arte una
vez que nos hubimos sentido un poco más seguros y con la despensa llena. Con el
paso de los años, según vamos consumiendo nuestras vidas, vamos apuntando
en el debe y el haber conforme vamos logrando los objetivos y, en lo
del condumio como en otros propósitos, vamos probando los platos que
lograron más fama, unas veces por su calidad y otras por variadas razones entre
las cuales la vanidad y la petulancia tienen lugares destacados.
A la edad
de este bloguero y con algo en el bolso, a mucha gente ya no le queda ninguna
olla por destapar aunque, seguramente, no todas fueron como prometían. Gran
error, es una forma rápida de consumir la vida sin su debido aprovechamiento.
Hace 28
años que tengo yo una cuenta pendiente y no pierdo la esperanza de saldarla
antes de los próximos 28 haciendo el faquir con cebollinos asados a la manera
de los catalanes del Priorato., Así, de pronto, es la ilusión más grande que
tengo yo en cuento a la gastronomía, que recuerde ahora. Tal vez no sean gran
cosa pero en la vida las ilusiones son importantes y a veces es mejor un anhelo
que el desengaño de una realidad.
Todo esto
para llegar donde yo quería:
Veintiocho
fueron los años que yo me pasé con ganas de volver a Cartagena y disfrutar
aquellas enormes tortillas de verduras que yo recordaba como un manjar. Después
de tanto tiempo y mientras la interesantísima ciudad va transitando por su
tercer milenio, de aquellas tortillas me costó encontrar vestigios. Ya no me
pareció tan buena la que logré probar; saladísima y reseca. Modestamente,
has hago yo mejores.
Si puedes
hazla el día antes, gana mucho al enfriarse.
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