En la vida todos nos quejamos y, a veces,
con razón. Se dan casos de gente que ha conseguido mucho quejándose;
incluso ha habido quienes tras vencer en una protesta justa han pasado,
ellos mismos, a suplantar al viejo tirano sobre sus antiguos camaradas
de infortunio y queja. La protesta da para mucho más pues hay quienes,
sin llegar a dar la vuelta a la tortilla, se convirtieron en
profesionales de ella y viven muy bien arrogándose el sufrimiento y la
penuria de un grupo al que mantienen debidamente enojado para que ni abandonen
ni olviden su mísera condición y la necesidad que tienen de ser defendidos.
Además, no se puede negar que la protesta continua debilita
y embota el ingenio, ignora las debilidades propias, altera la percepción
de la realidad y merma las fuerzas.
Le vendría muy bien a la gente más joven echar la vista
atrás y recordar a Violeta Parra (Gracias a la Vida) , a Nina
Simone (Ain't Got No, I Got Life) y a otros que cantaron su protesta,
pero también a la esperanza y a la vida, que son los últimos reductos del
abusado y el perseguido.
Por eso, si llegas un día a casa, es hora de cenar y sólo
tienes huevos en el frigorífico, no te quejes y piensa. Los huevos son
una maravilla en la cocina, sin ellos muchos platos y postres de los más
corrientes no existirían y, no obstante, su más simple elaboración es un
manjar. Con agua, sal y calor, en
menos de diez minutos tienes tres posibilidades: huevo pasado por agua,
mollet o huevo duro.
Recomendaciones: deja hervir el agua antes de poner en
ella los huevos; tres, cinco o diez minutos de cocción respectivamente (
si estaban en el frigorífico) y enfriarlos con agua fría.
No te quejes tanto y empieza a funcionar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario